Modernidad caribeña: el paraíso como tabula rasa

En la pasada Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia, los arquitectos dominicanos Melisa Vargas Rivera y Alex Martínez Suárez presentaron un interesante panel donde abordaron el tema de la absorción de la arquitectura moderna en el contexto caribeño con una mirada especial a la República Dominicana. Durante la exposición se puso énfasis en la importancia del patrimonio arquitectónico moderno de la República Dominicana y la necesidad de su conservación.

Dentro del marco de la 14 edición de la exhibición de arquitectura más reconocida del mundo, cuya curaduría estuvo a cargo del destacado arquitecto holandés Rem Koolhaas, los equipos curatoriales de los países participantes fueron invitados a hacer una reflexión sobre los últimos cien años de la arquitectura y las particularidades culturales, históricas y regionales del movimiento moderno en cada país. El panel que fue propuesto por el Laboratorio de Arquitectura Dominicana (LAD), curadores del pabellón dominicano, fue elegido por la organización de la bienal para formar parte de una serie de interesantes eventos críticos llamados Meetings on Architecture (Encuentros de arquitectura), en los que profesionales de todo el mundo tuvieron la oportunidad de presentar sus ideas, conversar e interactuar con la audiencia de la bienal de forma directa.

El panel titulado Caribbean Modernity: Paradise as Tabula Rasa (Modernidad caribeña: el paraíso como tabula rasa) estuvo a cargo de los arquitectos Alex Martínez Suárez y Melisa Vargas Rivera y tuvo como objetivo principal discutir la absorción de la arquitectura moderna en el contexto caribeña y en la República Dominicana, teniendo en cuenta su condición insular, la cual ha producido una lucha histórica entre las intervenciones externas y disputas internas. A través de una serie de reflexiones críticas en torno a esta conjetura general, se abordaron diversos temas para lograr una comprensión coherente del significado e implicaciones de la producción arquitectónica y urbana de nuestro país, destacando los momentos más trascendentales del proceso de modernización durante el siglo XX.

Melisa Vargas dio inicio la discusión abordando la lucha histórica en la región del Caribe entre la asociación, la autonomía y su condición insular, que ha representado a la vez una ventaja y una desventaja: el aislamiento ha servido como un mecanismo de defensa y al mismo tiempo ha planteado la amenaza de desconexión. También analizó el impacto de los huracanes y otros desastres que constantemente “resetean” el territorio y lo convierten en pizarra en blanco para empezar de nuevo, el equivalente regional de la tabula rasa producida en Europa por las guerras.

Se tomó como punto de partida la doctrina Monroe americana del comienzo del siglo XX como una especie de catalizador de la modernidad en la región y la República Dominicana. Como resultado del impulso intervencionista de los Estados Unidos, el paso hacia la modernización física y política del país estuvo caracterizado por un desarrollo infraestructural sin precedentes (trenes, avenidas, bases militares, edificaciones) y una articulación sociopolítica en la que la concentración del poder y su militarización dio pie a ciudades edificadas con materiales y formas no vernáculas y basadas en los modelos internacionales.

También señaló que el fenómeno de la internacionalización de la arquitectura tuvo lugar en toda la región, dado que a principios del siglo un grupo significativo de jóvenes arquitectos de las islas estudiaron y trabajaron en los estudios de los principales exponentes del movimiento moderno, tanto en Europa como en los Estados Unidos. Es por estos motivos que las manifestaciones de las primeras generaciones de arquitectos modernos del Caribe tienden a ser expresiones más puras de los preceptos de dicha tendencia, característica que iría cambiando con el paso del tiempo, cuando los arquitectos locales lograron adaptar el racionalismo puro a los aspectos climáticos y sociales de la región.

Una secuencia de imágenes –en la que se evidenciaron los paralelismos entre obras de arquitectos caribeños y de arquitectos de las regiones donde estudiaron– hizo visible la fuerte influencia y el apego a las lecciones en arquitectos como Mario Romañach en Cuba, Henry Klumb en Puerto Rico, Guillermo González, José Antonio Caro o los hermanos Pou Ricart en la República Dominicana.

Asimismo, analizó el período crítico entre 1930 y 1961 en el que la aparición de una de las dictaduras más crueles de la región, encabezada por Rafael L. Trujillo, fue el contexto de la construcción del orden y la modernidad del país (en aquel entonces muy rural y virgen), desarrollados a través de un “doble código” simultáneo de edificios racionales y neoclásicos que crearon la representación arquitectónica del poder.

Por su parte, Alex Martínez se extendió sobre la arquitectura moderna desarrollada durante el régimen de Trujillo, analizando el tema del “progreso como espectáculo” y mirando el caso de la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre como un complejo urbano importante que pone de relieve el rol de la arquitectura y su impacto en la ciudad. También expuso sobre la disolución de un discurso urbano estatal y el comienzo de la expansión urbana especulativa en las décadas posteriores a la caída de la dictadura. Aunque la arquitectura todavía estaba atada a los preceptos modernos, la ciudad comenzó a tomar forma con una especie de “urbanismo de bienes raíces”, el cual domina hasta la actualidad. Se analizó también la transición hacia la arquitectura de la ciudad actual, al igual que el estado de la herencia moderna, donde algunos de los más importantes iconos arquitectónicos han sido demolidos o son ruinas olvidadas.

Otra secuencia de imágenes comparativas entre las edificaciones más importantes del movimiento en los años cercanos a su construcción y en su estado actual ilustró la precaria condición en la que se encuentra el patrimonio moderno.

La actividad tuvo lugar en el Arsenale, el espacio que se reserva en la bienal para la exhibición principal del evento y en el que, de forma innovadora, los curadores insertaron múltiples escenarios de discusiones integrados a la exhibición. Estudiantes, profesionales del área y visitantes pudieron conocer una parte importante de la historia reciente de la arquitectura dominicana y de las particularidades históricas, formales, climáticas y culturales que determinaron su cúspide durante el siglo XX para luego desembocar en la crisis patrimonial en la que se encuentran los edificios modernos dominicanos en la actualidad.

Como miembros del capítulo dominicano del Docomomo (grupo internacional de trabajo para la documentación y conservación de edificios, sitios y barrios del movimiento moderno), ambos arquitectos reforzaron en su exposición la necesidad de crear conciencia sobre la importancia de los monumentos del movimiento moderno en el país y el peligro en que se encuentran, puesto que en la opinión pública no suelen asociarse con la idea de patrimonio.

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