El 25 de marzo de 1908 Charles-Edouard Jenneretet llega a París. Después de obtener el diploma en la Escuela de Arte de La Chaux-de Fonds comienza la segunda etapa de su formación. Durante esta etapa las decisiones personales adquieren mayor importancia a diferencia de la etapa anterior la cual estuvo completamente dedicada a cumplir las obligaciones escolásticas.
Esta segunda fase de aprendizaje comienza con un viaje a algunas ciudades de la Toscana italiana, estudiando las arquitecturas góticas, tema central del aprendizaje de L’Eplattenier.
Desde la Toscana, Jeanneret pasa a Venecia y luego a Viena donde, desilusionado de la nueva arquitectura, se dedica más bien a frecuentar conciertos y obras líricas. Luego llega a París y no a Dresda como era previsto en su itinerario.
Comienza aquí un periodo particularmente importante en la formación de Jeanneret. Comienza a tener mayor independencia alejándose de las directrices de su maestro de La Chaux-de-Fonds.
En París, Jeanneret inicia un aprendizaje intensivo con grandes esfuerzos, sin reposo ni distracciones. Trabaja durante las tardes por cinco horas en la oficina de los hermanos Perret y dedica el tiempo que resta a visitar museos. Estudia arte africano y precolombino en el Museo de Etnografía; bajorrelieves romanos en el Museo de Escultura Comparada; miniaturas persas, arte khmer y japonés en el Museo Guimet; tapetes persas y muebles franceses en el Museo de las Artes Decorativas del Pabellón de Marsan; muebles y miniaturas medievales en el Museo de Cluny; vasos griegos, arte italiana y arte egipcio en el Louvre.
Jeanneret, además, analiza detalladamente la iglesia de Notre Dame, llenando cuadernos de notas y dibujos; estudia el «Dictionnaire raisonné de l’architecture francaise» de Viollet-le-Duc, que compró con el primer sueldo de la Oficina Perret. Participa en cursos teóricos de construcción y de historia en la «Ecole des Beaux Arts». También estudia matemáticas tomando lecciones con un ingeniero y practicando solo todas las mañanas. Se inicia en la literatura contemporánea con Sébastien Voirol, cuñado de Auguste Perret y pasa las noches estudiando en la biblioteca Saint-Geneviève.
Dentro de un programa de aprendizaje tan intenso es sorprendente que un joven arquitecto frecuente un curso de musicología en la «Sorbonne». La música representa evidentemente un interés muy fuerte en Jeanneret; interés fuera de lo común y destinado a tener gran importancia en el futuro de Le Corbusier.
El curso de musicología que Jeanneret frecuenta, es dirigido por Romain Rolland, escritor animado por una gran pasión por la música.
Jeanneret comparte la visión idealista de los grandes músicos de Rolland. En el 1907 lee «L’art de demain» de Provensal y «Les Grands Initiés» de Schuré y en 1908 lee il «Zarathoustra» de Nietzsche y la «Vie de Jesus» de Renan, obras en las cuales se manifiesta el concepto del hombre excepcional, electo, encarnado en el artista y en el profeta, aquel que es capaz de elevar los hombres hacia la verdad del espíritu al precio del sacrificio propio.
El momento que Jeanneret sigue el curso con Rolland, se comienza a formar el culto al hombre superior dedicado al servicio de la humanidad (como las ideas de Nietzsche). En esos momentos existe una sincronía total entre el maestro Rolland y Jeanneret.
Rolland tiene un interés particular por Beethoven. En 1903 escribe «Vie de Beethoven». Seguramente Rolland da una visión profunda y completa de Beethoven a Jeanneret, acentuando, además del valor absoluto de la música, la imagen de un Beethoven heroico, puro, generoso, un Beethoven profeta, «zarathoustriano», prototipo del elegido que se sacrifica por la humanidad, sublimando en alegría para todos el dolor propio, argumentos que encontramos en «Vie de Beethoven» que Jeanneret seguramente leyó.
Jeanneret, para confirmar la fuerza de las enseñanzas de Rolland escribe: «Romain Rolland es, entre las personas que he encontrado hasta ahora, aquel con quien me siento en plena comunión de admiración. Se necesita ver su cara, su boca, y oírlo hablar para comprenderlo realmente» (Charles-Edouard Jeanneret, carta a sus padres, Paris 2 abril 1909).
Le Corbusier hará de sí mismo un monje, un profeta, un Mesías, identificándose con los personajes que han modelado su formación. Los grandes iniciados, Zarathoustra, Jesús; al lado de estos debemos incluir Ludwig van Beethoven.
Le Corbusier y Beethoven
Existen muchas analogías que ligan estos dos grandes hombres. Ambos estuvieron en medio de cambios de épocas (clasicismo y romanticismo para Beethoven, racionalismo y tendencias orgánicas para Le Corbusier).
Un análisis profundo de las obras de los dos maestros nos describe una constante similitud en el sistema compositivo, en la búsqueda de un efecto similar de la obra terminada. Pero sobretodo una misma posición «optimista» anunciando una alegría futura para la humanidad.
Todo el pensamiento de Le Corbusier es dirigido a la creación de un mundo de bienestar: habitaciones a escala humana reunidos en «Unidad de Habitación» en medio de grandes zonas verdes, forman la «Ciudad Radiante», donde re-encontrar las «alegrías esenciales»-«sol, espacios, verde»- y la emoción percibida del «espacio», la vida del campo se organiza alrededor de la «Factoría Radiosa» y aquella productiva en la «Ciudad lineal industrial»; estas agregaciones, unidas a las vías de comunicación, constituyen un sistema para la «ocupación armoniosa» del territorio; más allá de las barreras de fronteras y de razas, en una gran visión de la humanidad organizada y pacificada sobre la tierra.
-La obra de Beethoven constituye un grandioso recorrido en dirección de la alegría, alegría en el triunfo sobre las fuerzas enemigas de la Eroica, en la serenidad y el optimismo de la Cuarta Sinfonía, en la superación de las adversidades de la Quinta; inmensa felicidad en el contacto con la naturaleza con la Pastoral, alegría infinita en la Séptima Sinfonía; en el amor conyugal de Fidelio, la inmensa meditación religiosa de la Missa Solemnis, y la alegría de una humanidad bajo la mirada paterna del Creador en la Novena.
Una similitud excepcional se manifiesta entre dos obras particularmente expresivas: el «Poème Electronique» y la Novena Sinfonía.
– el Poème es una composición de Le Corbusier del 1958 (siete años antes de su muerte y Beethoven escribe la Novena en 1823, cuatro años antes de morir)
– Las dos obras tienen un carácter de resumen del pensamiento de los autores a través de sus visiones del camino de la humanidad: el Poème es un gran fresco de la historia del hombre, desde el pasado más remoto de los orígenes hacia un futuro que será de armonía y bienestar; la Novena recorre y sintetiza todo el camino de Beethoven, es una marcha de las etapas de una felicidad posible, concluyendo en un radiante futuro de paz y felicidad.
En el «Poème», encontramos un momento de meditación religiosa (Segunda parte de la secuencia «Des profondeurs à l’aube») notamos una serie de imágenes tomadas de la iconografía cristiana; en la Novena notamos un gran episodio místico (Cuarto Movimiento), un momento que conduce a la presencia de Dios: ¡Estén unidos, oh hombres! ¡En un abrazo al mundo entero! Hermanos, sobre el pabellón estrellado debe vivir nuestro querido Padre. Despertad, oh hombres presentemos al Creador nuestro mundo. ¡Busquemos sobre el pabellón estrellado! Sobre las estrellas debe vivir el Creador…
-En las dos obras, no contentos de «decirlo» con la música: uno con la música y el otro con las imágenes, los autores proponen fórmulas para la extrema profecía de alegría futura para la humanidad, en manera inequívocamente perceptible, con las palabras, y quieren que al pronunciarlas sea la misma voz de ellos.
Le Corbusier graba su propia voz que anuncia: …..»atención, atención. Todo se realizara de repente: una civilización nueva, un mundo nuevo. Escuchen, es urgente restablecer las condiciones de naturaleza humana en tu cuerpo y en tu espíritu. Debemos buscar el sol, el espacio, el verde. Construyamos las calles del mundo para transformar la tierra productiva y materna. Universo matemático sin fronteras, fronteras humanas sin límites» Y más todavía: «reconoce esta mano abierta, levantada como señal de conciliación, abierta para recibir, abierta para donar».
Beethoven, para obtener el mismo resultado, no disponiendo de un sistema directo como la grabación, utiliza una formidable estrategia: escribe un texto para introducir la Oda a la Alegría utilizando un esquema con grandes referencias a la poesía de Schiller, el resultado es una breve introducción que explica cuánto la música ha tratado de decirnos hasta ahora y anuncia un futuro de felicidad.
El texto es compuesto para voz barítono, sabemos que Beethoven tenía la voz de barítono.
Es como si oyéramos la voz de Beethoven: …»amigos busquemos otros sonidos más grandes y felices». Es como si Beethoven cantara: «Freude!» (Felicidad)- y el coro (que es el coro de la humanidad) responde «Freude!» Dos veces se escucha el reclamo y dos veces oímos la respuesta, cantada por el barítono. Escuchemos la primera estrofa: «Freude, schoner gotterfunken……………» (Alegría, bella señal divina.)
* El autor es profesor a contrato en el Politécnico de Milan