No es la primera vez que la arquitectura en tanto disciplina se ve desafiada por una situación de emergencia. Las variables siempre presentes en estos casos son el poco tiempo disponible para buscar soluciones, la escasez de dinero y de materiales, y la necesidad de sistemas constructivos innovadores. La arquitectura debe alzarse sobre estos obstáculos para garantizar la supervivencia y un mínimo de calidad de vida. Es aquí donde se pone a prueba la capacidad creativa de los arquitectos.
Algunos autores, como Margaret Campbell, argumentan que el modernismo fue en parte el resultado de la crisis de la tuberculosis que azotó al mundo desde la mitad del siglo XIX. Las características arquitectónicas distintivas del movimiento moderno —como los techos planos, los balcones y las terrazas, incluso en latitudes y condiciones climáticas que se considerarían inadecuadas para estos elementos— ayudaban al tratamiento de la tuberculosis pulmonar. Se considera también que la limpia estética del modernismo, y luego la del estilo internacional, fue el resultado de la respuesta a esta enfermedad, con sanatorios inundados de luz que inspiraron una era de habitaciones pintadas de blanco, baños de higiénicos azulejos y la omnipresente silla reclinable de mediados de siglo. “La forma siempre ha seguido el miedo a la infección, tanto como la función”, expresa Margaret Campbell en su artículo “What Tuberculosis did for Modernism: The Influence of a Curative Environment on Modernist Design and Architecture” (www.ncbi.nlm.nih.gov).
En el diario El País (“Construir en la emergencia: la arquitectura frente al coronavirus”), Anatxu Zabalbeascoba comenta que las carreras de destacados arquitectos de hoy —entre ellos Renzo Piano (Italia) y Shigeru Ban (Japón)— se iniciaron con la emergencia, mientras que otros —como Jean Prouvé (Francia) y Alejandro Aravena (Chile)— han podido desarrollar una obra de continua reinvención gracias a su capacidad resolutiva y desprejuiciada.
Las discusiones actuales de los diferentes foros de arquitectos abordan el imaginario de nuevas formas en que los edificios podrían ayudar a limitar la propagación de futuras epidemias. Estas reflexiones abarcan todas las escalas del diseño, desde el interiorismo y los espacios públicos hasta los revestimientos de superficies, incluso el nivel nano.
El arquitecto Arjun Kaicker, que laboró en Foster and Partners durante una década y ahora trabaja para Zaha Hadid Architects (ZHA), desarrolla actualmente con su equipo unas oficinas futuristas en lo que han denominado “vías sin contacto”, en donde los usuarios podrían utilizar los edificios sin tocar prácticamente una superficie con las manos. Se puede llamar a los ascensores desde un teléfono inteligente, las puertas de la oficina se abrirán automáticamente usando sensores de movimiento y reconocimiento facial, las cortinas y la ventilación podrán manejarse desde los dispositivos móviles. Si se estima que un gran porcentaje de las enfermedades infecciosas se transmiten al tocar superficies contaminadas, el futuro de manejar edificios con manos libres podría resultar… riesgoso.
Arquitectura para la salud
En la situación de crisis actual provocada por la pandemia de la COVID-19, el mayor desafío y premura dentro de la arquitectura lo enfrenta el sector dedicado a la salud. En las últimas semanas hemos visto que recintos feriales, estadios y parques, entre otros, se han transformado en hospitales de campaña. Al mismo tiempo, edificaciones para la salud buscan la forma de adaptarse a las necesidades del momento, ubicando más camas con aislamiento y más unidades de cuidados intensivos (UCI) en lugares antes destinados a otros usos, como quirófanos y unidades de hemodiálisis. Por otra parte, en algunos edificios actualmente en construcción se aceleran procesos para ir habilitando las instalaciones por etapas. Se necesita que la arquitectura colabore a controlar la propagación de este virus y ayude a los infectados mediante la preparación de edificaciones para un futuro en el que vendrán otras pandemias, de acuerdo con el pronóstico de los expertos. En este contexto es imprescindible que se sigan líneas y normativas de diseño que han sido estudiadas y puestas a prueba por investigadores del diseño para la salud.
El Instituto Americano de Arquitectos (AIA) ha publicado una nueva guía de diseño de su grupo de trabajo COVID-19 a partir de las mejores prácticas y estándares de diseño de atención médica establecidos, conjugadas con documentos federales emitidos durante la crisis (content.aia.org).
A nivel internacional, la asociación Healthcare Design, firmas especializadas y expertos en el diseño de edificaciones para la salud han escrito varios artículos y realizado webinarios con recomendaciones sobre la forma en que la arquitectura puede enfrentar esta situación sin precedentes.
JEAN PROUVÉ. El herrero-inventor demostró ser un técnico con visión de futuro que se adaptaba constantemente a los problemas de su tiempo. En 1950 ideó la casa Métropole, con la que aspiraba a crear viviendas en serie para reconstruir París y albergar a los “sin techo” que la Segunda Guerra Mundial dejó en las calles. Prouvé diseñó varios prototipos de casas de emergencia prefabricadas a base de paneles ligeros, estructuras, piezas y módulos prefabricados, planchas de aluminio plegadas y muebles desmontables. Otro prototipo fue el de la casa Tropical (1949), con parasoles orientados, proyectada para el Congo y Nigeria. En total se llegaron a construir unas mil viviendas, de las cuales solo 15 fueron del tipo Métropole.
SHIGERU BAN. El arquitecto japonés inició sus trabajos para la ONU en situaciones de emergencia, hecho que marcó su trayectoria. El arquitecto Ban construyó con sábanas y tubos de cartón divisiones en un centro deportivo que alojaba una parte de los más de 140,000 desalojados que dejó el terremoto de Fukushima (Japón) en marzo de 2011. Esta misma estructura de cartón fue utilizada en Ruanda a mediados de los años 90 para realizar cincuenta refugios para los dos millones de tutsis que se quedaron sin casa luego del genocidio ocurrido en aquel país. Este sistema estructural terminaría por sustentar su obra como arquitecto, reapareciendo en los sucesivos terremotos de Kobe (1995), Turquía (2000) y la India (2001). Ban asegura que recuperar la intimidad es fundamental para dejar atrás la catástrofe, y que en las emergencias sobra lo que no es necesario. Esta estructura también fue parte del pabellón de Japón en la Expo de Hanover del 2000 e inspiraría el diseño del Centro Pompidou de Metz, que se inauguró en el 2010.
RENZO PIANO. En 1966 Italia sufrió la peor inundación de su historia. Para dar respuesta a esa situación, el arquitecto genovés (a principios de su carrera) utilizó poliéster reforzado para producir viviendas económicas en poco tiempo. Estas estructuras llegaron a la Trienal de Milán y al pabellón de la industria italiana de la Exposición Universal de Osaka en 1970. El experimento le permitió trabajar para la Unesco en talleres vecinales con la firme convicción de que la arquitectura debe adaptarse. Estos trabajos sirvieron de inspiración para el Centro Pompidou que diseñaría más adelante en París, y para la creación en 2013 de Diogene, una cabina autosuficiente de 2.5 metros por 3 y desarmable para una persona, aunque no está pensada como vivienda de emergencia, sino como “un lugar de retiro voluntario”.
ALEJANDRO ARAVENA. Tras el terrible terremoto que afectó la ciudad de Constitución (Chile) en 2010, el arquitecto chileno recibió el encargo de un plan para reconstruir dicha ciudad. Desde el principio tuvo claro que había que establecer prioridades, por lo que ofreció algunas soluciones inmediatas y otras a largo plazo. Por ejemplo, para dotar de agua las viviendas urgía llevar agua, e ideó neumáticos con botellas de plástico y puso a los niños a hacerlos rodar hasta las casas. Mientras que para prevenir los efectos de futuros tsunamis, propuso sembrar un bosque en el límite costero. Los árboles mitigarían la ola mientras que el sustrato absorbería y rebajaría la inundación. Esto aportó a la ciudad, además, una zona verde que se puede disfrutar en épocas de no emergencia. Aravena apunta que hay que utilizar la experiencia para que la siguiente catástrofe encuentre organizadas a la arquitectura, la sanidad pública, la ciudad y la ciudadanía.
En el ámbito local, la arquitecta y especialista en diseño de edificaciones para la salud y el bienestar Kathylka González (1:1 Arquitectura), en su artículo “El hospital resiliente ante COVID-19”, apunta una serie de sugerencias para “resistir lo impredecible”, como define la situación actual (1a1arq.com).
Los aspectos más relevantes de todos los documentos mencionados a tener en cuenta, tanto para los hospitales de campaña como para edificaciones existentes, pueden resumirse en los siguientes tópicos:
Accesos y flujo. Se deben crear las condiciones para que los pacientes generales y el personal que brinda servicio en las instituciones de salud estén separados de las personas contagiadas. Son cruciales el acceso diferenciado y la separación del flujo y estancia, sobre todo en áreas como triaje y emergencia. El control de los accesos es vital. Es muy importante designar áreas para ponerse y quitarse el equipo de protección personal (PPE) para poder garantizar la separación entre espacios contaminados y no contaminados dentro de una instalación.
Sistema de ventilación mecánica. Se requiere de sistemas de ventilación que permitan la presión negativa para prevenir la propagación de la infección. De preferencia, un 100 % de escape en espacios contaminados o filtros HEPA (high-efficiency particulate air o recogedor de partículas de alta eficiencia) si se tuviera que regresar el aire de un espacio contaminado a otro no contaminado.
Áreas de tratamiento. Los pacientes contagiados sintomáticos deben ser aislados y ubicados, de ser posible, en habitaciones privadas con la puerta cerrada y con baño privado. Aumentar la capacidad de oxígeno por tuberías o tanques. De preferencia, las habitaciones deben estar equipadas universalmente de manera que se pueda aumentar el tratamiento crítico sin necesidad de cambiar de lugar.
Telesalud. Se sugiere enfáticamente utilizar la tecnología para atender de forma remota a los pacientes de manera que puedan consultarse y monitorearse desde sus casas.
Igual que la arquitecta González, varios despachos de arquitectos dominicanos han desarrollado hospitales de contingencia —entre otros, el arquitecto Herly Valenzuela (Ureña Valenzuela y Asoc.), el grupo De Moya Simó, en colaboración con un equipo ad hoc de la Escuela de Arquitectura de la UNPHU—. Las propuestas tienen en común el uso de contenedores marítimos, lo que permite un fácil traslado a los lugares remotos, además de un ensamblaje rápido y una modulación práctica y funcional.
La situación mundial que vivimos hace más actual que nunca la frase que reza que sería terrible desperdiciar esta crisis como una oportunidad. Es tiempo de que los arquitectos aprendamos de esta situación para que nuestros trabajos lleguen mejor preparados al futuro incierto que nos espera.