El conjunto de viviendas vernáculas populares de Salcedo, en la provincia Hermanas Mirabal están consideradas como tesoros nacionales que mantienen la identidad dominicana y antillana. Las viviendas de madera responden a la tipología dominante del hábitat caribeño, la cual adquiere múltiples variantes, tanto en el contexto rural como urbano, destacándose su respuesta climática y sus vivos colores.
En diciembre 2008 y con motivo de la celebración del Día del Patrimonio Nacional, -que por decreto presidencial se celebra en la República Dominicana el 10 de diciembre de cada año-, la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Estado de Cultura reconoció como valor patrimonial dominicano un conjunto de viviendas vernáculas populares de Salcedo, en la provincia Hermanas Mirabal catalogándolas como tesoros nacionales que mantienen nuestra identidad.
La arquitecta Risoris Silvestre, entonces directora del Centro de Inventario de Bienes Culturales, destacó que las viviendas vernáculas populares, además de haber sido construidas por manos dominicanas, reflejan exactamente la manera de vivir del dominicano y se adaptan al cálido clima de nuestro país. Durante el acto la arquitecta Silvestre destacaba que, “aunque podría parecer extraño que una vivienda vernácula sea reconocida como patrimonio nacional, teniendo en cuenta que anteriormente para reconocer una obra como tal debía ser monumental y de valor universal, según la declaración de la Unesco en la convención de 1972. Ese concepto elitista y excluyente de describir el patrimonio ha sido superado en corto tiempo, considerando actualmente que el patrimonio está en constante construcción, como una evolución de la sociedad que lo produce, es decir, que con esta nueva definición se ha ampliado el significado de patrimonio incluyendo valores, tanto materiales como inmateriales, a la vez que naturales. Ahora podemos definir como patrimonio: paisajes naturales, arquitectura popular, fiestas y rituales, artesanías, gastronomía, además de lenguas y muchos otros valores, recogiendo todas las manifestaciones del quehacer cotidiano y que determinan exactamente la identidad de los individuos que lo producen”.
«Reconocemos en las comunidades de Salcedo, Conuco, Jayabo, Ojo de Agua, en la carretera de Tenares y en otros barrios que se me pueden escapar, que las viviendas de los agricultores de la zona, de la gente común, de todos ustedes, representan el modo de vida de los hombres y mujeres que las construyeron y, claro está, de quienes las siguen ocupando. Las espaciosas galerías que bordean la vivienda, donde se reúne la familia al terminar la faena: las grandes terrazas traseras para compartir las comidas familiares; las cocinas fuera de las viviendas, que reflejan la forma de cocinar cuando todavía usábamos leña, la distribución interna, con habitaciones comunicadas entre sí, que reflejan el control absoluto del padre sobre su prole, no pueden ser más elocuentes de cómo esos espacios han cumplido con su función. El respeto por nuestro croma también es evidente: la galería. además de esparcimiento, tiene la función de refrescar el aire caliente antes de que penetre al interior; los plafones también aíslan el aire caliente que refleja el techo de zinc, produciéndose en los interiores varios grados menos de temperatura”, expresó la arquitecta.
En un estudio de la arquitectura antillana del siglo XX el historiador Roberto Segre define la vivienda típica antillana como el resultado de varios componentes básicos: los antecedentes indígenas originarios, la cabaña de los pueblos africanos, la tipología de la vivienda popular europea, la estructura tipo globo (balloon frame) y el modelo inglés del bungaló. De la articulación entre los factores citados se forja, a finales del siglo XIX e inicios del XX, la tipología dominante del hábitat caribeño, la cual adquiere múltiples variantes, tanto en el contexto rural como urbano.
En la vivienda campesina, la difusión de los elementos tipificados de madera (ballon frame) y el uso de la cubierta de chapa de zinc que se generalizan en toda la región rompe la monotonía y favorece la afirmación de la personalidad de cada propietario. Las casas se diferencian por los materiales y el esquema de crecimiento de la célula básica, pero también por los valores culturales que identifican, por ejemplo, el carácter de la entrada, su ubicación en la fachada, los componentes decorativos y el tratamiento del espacio interior, el mobiliario y los atributos simbólicos y religiosos que responden a sus creencias y tradiciones.
Las viviendas utilizan madera aserrada, ventanas de madera con celosías, pavimentos de cemento pulido, en ocasiones con color, y las cubiertas de láminas de zinc. Los aspectos constructivos se suman a la adecuación al clima: se elaboran sistemas de ventilación forzada, detalladas carpinterías y celosías para evitar la entrada del sol y los insectos, soluciones de techo inclinado que favorezcan el aislamiento térmico. Aparecen elementos decorativos como tragaluces de madera sobre puertas y ventanas, así como cresterías caladas en los aleros. El color sigue siendo un elemento importante, tomando aún mas fuerza que en los modelos vernáculos, debido ante todo a la utilización de toda la gama de pintura industrializada, teniendo predilección por colores vivos como amarillo, rosado, verde y azul, con los detalles decorativos muchas veces de color blanco o una combinación de los colores mencionados.