Ubicada en Jumunuco (Jarabacoa), The Bridge House se concibe como un puente tendido sobre el bosque tropical. Su diseño se organiza en dos niveles alrededor de un atrio central que regula luz, ventilación y circulación. El nivel superior alberga las áreas sociales y la suite principal, mientras que en el inferior están las habitaciones de huéspedes, el estudio, las terrazas y la piscina. Hormigón y madera expresan una materialidad honesta y enmarcan una experiencia de 360 grados donde interior y exterior se funden.
Más que refugio, esta casa de montaña es un portal hacia la naturaleza, resultado de un proceso de diseño esencialmente colaborativo.
En el exuberante y denso bosque tropical de la Cordillera Central, The Bridge House se erige como un santuario suspendido sobre el relieve montañoso. Su gesto esencial se define por la simplicidad de dos líneas horizontales que atraviesan el paisaje, como si fueran un puente tendido entre las copas de los árboles. Esta pureza geométrica procura serenidad y al mismo tiempo otorga al paisaje un protagonismo absoluto: la arquitectura no compite con la naturaleza, sino que la enmarca y la amplifica.

Desde el inicio, la implantación respondió a la topografía pronunciada del terreno. El acceso principal está en el nivel superior, lo que permite una llegada directa a través de un recorrido que se abre a la amplitud del entorno casi sin transición. Allí se organiza un atrio ajardinado que actúa como corazón del proyecto: un vacío central que regula la vida interior, canaliza luz y ventilación natural, y sirve de mediador entre las áreas sociales y la intimidad de la habitación principal. Este recurso dota a la vivienda de flexibilidad, pues permite a los propietarios vivir cómodamente en un solo nivel cuando están solos.

La disposición espacial del nivel de llegada se articula de forma clara y fluida. Hacia un lado se ubican las áreas sociales —sala, comedor y cocina— que se prolongan hacia balcones y terrazas exteriores, extendiendo la experiencia hacia el bosque. Al otro extremo se encuentra la suite principal, compuesta por dormitorio, baño y vestidor, concebida como un refugio íntimo, pero siempre abierta al horizonte verde. El atrio central establece la distancia justa entre ambos mundos: el bullicio de la vida social y el silencio de lo íntimo, optimiza funcionalidad y privacidad.

En el nivel inferior, la relación con el terreno se intensifica. Aquí el atrio vuelve a ser núcleo distribuidor hacia las habitaciones de huéspedes y las áreas de servicio. Cada dormitorio de invitados fue concebido con vista directa al bosque, de modo que quienes lo habiten vivan la misma inmersión en la naturaleza que disfrutan los propietarios. La secuencia espacial de este nivel se desenlaza en otra serie de espacios sociales, un estudio con salida a una amplia terraza, y desde allí la experiencia culmina en la piscina, que más que un simple elemento recreativo está diseñada para integrarse al entorno sin imponerse en él: un espejo de agua que prolonga el horizonte y funde arquitectura y paisaje en un mismo plano.

La casa funciona como una galería de 360 grados. Cada ambiente, sin importar su escala, conecta con el exterior a través de vistas enmarcadas, ventilación cruzada y la presencia permanente de la luz cambiante del trópico. Más que un refugio frente a la naturaleza, la vivienda se convierte en un portal hacia ella. El aire fresco, los aromas del bosque y el canto de los pájaros son parte integral de la experiencia diaria.

La materialidad subraya esa búsqueda de autenticidad. Hormigón armado y madera conforman los sistemas estructurales principales, expuestos sin artificios. Lo rústico del hormigón se suaviza con la calidez de la madera, un contraste equilibrado que confiere identidad y un carácter cálido al proyecto. Estos materiales empleados con un lenguaje contemporáneo y honesto transmiten solidez y ligereza al conjunto.
El interiorismo refuerza esta narrativa de sobriedad y conexión. Los espacios sociales se equipan con muebles de líneas limpias, piezas artesanales y telas naturales que privilegian tonos claros y texturas frescas, en sintonía con la vegetación exterior. En los dormitorios se busca la serenidad mediante una paleta neutra, mientras que las áreas exteriores introducen elementos de fibra y madera que prolongan la atmósfera natural. Desde una lámpara suspendida hasta un mueble de terraza, cada detalle fue seleccionado para acompañar, nunca para distraer.
El valor de The Bridge House no radica solamente en el resultado construido, sino también en la dinámica colaborativa que lo hizo posible. La interacción entre arquitectos y propietarios se convirtió en un verdadero diálogo creativo. Los clientes no se limitaron a encargar la obra: defendieron con firmeza la visión del proyecto durante todo el proceso de construcción, asegurándose de que los principios de diseño se mantuvieran intactos. Esa sinergia trascendió la relación profesional y derivó en una amistad basada en respeto y confianza mutua.

En síntesis, The Bridge House representa una arquitectura que se funde con el paisaje en lugar de dominarlo. Es un ejemplo de que el gesto arquitectónico mínimo puede producir experiencias máximas intensificando la relación entre los habitantes y su entorno. Suspendida como un puente en medio del bosque, la casa invita a habitar la naturaleza con calma, contemplación y plenitud.

THE BRIDGE HOUSE (2024)
Ubicación Jumunuco, La Vega. Área total de construcción 628 m2. Área del lote 6,675 m2. Diseño y supervisión A20 Arquitectos. Lead designer Luis Sabater Musa. Colaboradores Gabriela Ogando. Diseño de iluminación Lumière (Luis Sturla). Diseño paisajístico MMAP (Massiel Mejía Arquitectura y Paisaje). Consultores Estructural Ingeniería (Eduardo Fernández). Eléctrico Miguel Abreu y Asociados. Sanitario y sistemas de a/a SEMS (Ignacio Caminero). Diseño de interiores A20 Arquitectos. Contratista general Arq. José Reyes Mala (Green Man Designs)





