Entrevista a Melisa Vargas Rivera por Alex Martínez Suarez
A propósito de los acontecimientos del 12 de enero del 2010, Haití re-apareció en la palestra internacional como un tema de “moda”; moda que, independientemente que se trate de ayudar o beneficiar a ciertos sectores, para nosotros no es nada más que una realidad de hace siglos, empeorada por un terrible desastre natural. Dentro de este marco re-aparece también sobre el tapete el tema de la frontera que nos divide, el cual ha sido muchas veces discutido y analizado pero pocas veces mapeado. Precisamente sobre este punto, una interesante investigación realizada recientemente en Londres por la arquitecta e investigadora Melisa Vargas Rivera se enfoca en el espacio donde se lleva a cabo la ruptura física de nuestro territorio, justo en el borde de dos naciones muy diferentes. Desde una perspectiva regional, entendiendo la isla en el contexto donde se inserta, hasta una escala más local, aborda los temas de los territorios que dividen ambas naciones, reflexionando sobre los aspectos políticos, económicos y sociales que inciden en dicha franja por medio de un extenso análisis que concluye con un planteamiento estratégico para la zona. Conversamos con la autora de dicha investigación para conocer más a fondo el contenido de su trabajo.
¿En qué contexto se desarrolla este proyecto y de dónde nace la motivación del mismo?
Melisa Vargas Rivera: La idea de hacer una investigación sobre la frontera entre Haití y la República Dominicana aparece después de salir del país y mientras hacía mis primeros estudios en Holanda. En este contexto siempre surgían inquietudes por parte de compañeros, profesores y amigos sobre las particularidades de estos dos países en una misma isla que sentía no podía contestar con verdadera precisión. Esta confrontación con el tema me hizo tomar conciencia de una “ignorancia aprendida” sobre nuestra relación con Haití. Igualmente, empecé a contextualizar los procesos históricos de nuestra realidad dentro de los procesos mundiales –especialmente los europeos– con los cuales también tuve una proximidad distinta en estos años de estudio. Es por eso que decidí incorporarme finalmente al programa de Research Architecture del Instituto Goldsmiths de Londres en el 2007: el enfoque de este programa está en el carácter espacial de los conflictos políticos. No creo que existiera un contexto más apropiado que este para hacer una investigación sobre nuestra frontera.
¿Cómo se hilvanan y en qué consisten las dimensiones o categorías que organizan la investigación (mares, territorios y sitios)?
Melisa Vargas Rivera: La complejidad de los procesos históricos que se han dado en la región del Caribe –y especialmente en nuestra isla– ameritaba abordarlos de una forma que los hiciera inteligibles sin sobre-simplificarlos. Las “dimensiones operativas” con las que decidí trabajar tratan a la frontera desde los puntos de vista geográfico, espacial, político y económico. Estas aproximaciones de ninguna forma están claramente separadas una de la otra, al contrario, se relacionan al punto de no poder entenderse de forma aislada sin considerar las demás. La elección del término dimensión deriva del hecho de que es lo suficientemente generoso en sus posibles acepciones como para sugerirnos ideas de magnitud, proporción y alcance, así como de calidad, importancia y extensión. Mares, territorios y sitios proveen representaciones simbólicas y literales, tanto de los componentes físicos y geográficos del borde entre Haití y la República Dominicana como de los sistemas más abstractos de fuerzas que determinan su historia y condición actual.
Partiendo del gráfico donde ilustras la transición histórica de la problemática de la frontera, ¿cómo entiendes la ruptura social domínico-haitiana en el tiempo, y cómo incide en la franja que nos divide?
Melisa Vargas Rivera: El trabajo se titula Trato Espacial precisamente porque la frontera, desde su emergencia, es un espacio que ha estado y sigue estando en constante negociación. Mi argumento es que más allá de las pasiones que se le asociaron a partir de los procesos independentistas del siglo XIX y que luego se consolidaron con el discurso nacionalista de Trujillo en el XX, siempre ha estado regulada y definida por intereses y movimientos económicos. Esto va desde su surgimiento a raíz de la piratería, la trata de esclavos y de los intercambios legales entre las colonias en el siglo XVI, hasta el día de hoy en el que son las grandes corporaciones internacionales y los comerciantes tanto formales como informales de ambos países quienes operan en ella. Recién a partir del genocidio de 1937 la frontera es completamente abandonada; la dictadura marcó de manera radical la percepción de Haití para la República Dominicana. Este hecho y el manejo del tema haitiano por el trujillato definieron un antagonismo cultural que se ha perpetuado a través del tiempo y con el cual hay que lidiar inevitablemente. No obstante, hechos como la solidaridad y la crucial participación dominicana durante la emergencia provocada por el terremoto de enero del 2010 demuestran que ya ha empezado un proceso de cambio, especialmente en las áreas de la frontera, por las que transitaron (y aún lo hacen) cantidades monumentales de donaciones, personal de socorro, autoridades reguladoras, médicos, políticos y demás; también es la frontera el lugar en el que se siguen prestando servicios médicos y de apoyo psicológico a miles de afectados. Esta es sin duda una oportunidad sin comparación para que ambos Estados formalicen este tipo de interacción ciudadana.
¿Cómo y dónde defines las ubicaciones y agentes protagonistas en tu estudio?
Melisa Vargas Rivera: En el trabajo pongo énfasis en el “abandono estatal” que ha caracterizado a esta región en los últimos sesenta años. Es por eso que su desarrollo físico-territorial ha sido fragmentado e informal; primeramente, ha sido condicionado por la geografía que la atraviesa: los espacios restantes entre las tres cadenas montañosas que la dividen han sido los lugares por los que cruzan las vías terrestres y en los que se formaron los asentamientos urbanos en ambos lados. A estos puntos les llamo sitios o ubicaciones puntuales. Estos lugares son intervenidos por agentes que van desde los habitantes y sindicatos de trabajadores locales hasta organismos internacionales como la OEA, las Naciones Unidas y corporaciones como Levis o Hanes. De una forma u otra, todos estos agentes intervienen el espacio, ya sea de forma directa o a distancia, agenciando, regulando, mediando o interactuando en él.
En lo físico-espacial del borde, ¿cómo abordas los temas de los mercados en su condición de éxodo comercial y las zonas francas como mediadores del espacio?
Melisa Vargas Rivera: Los mercados son un fenómeno espacial de un carácter “bottom-up” en el que las necesidades de intercambio económico informal de estas dos ciudades producen una ocupación de las calles de Dajabón y un movimiento de una escala sorprendente. Durante estas ferias de comercio se movilizan aproximadamente diez mil personas dos veces a la semana y cientos de productos como alimentos, vestimenta y artículos de toda clase. Esto evidencia el potencial económico que hasta ahora sólo fluye y no se acumula en la región. Por otra parte, las ventajas económicas que ofrece un espacio políticamente des-regularizado y en un contexto “tercermundista” como la frontera para el sistema capitalista-corporativo tienen que ver con la posibilidad de acceder a mano de obra extremadamente barata de un lado más empobrecido y a los servicios y también mano de obra con mayor capacidad del otro. Esa es la fórmula mágica utilizada por la Zona Franca Codevi que está situada justo en el borde. Esta fábrica tiene literalmente dos entradas: una desde Ouanaminthe en Haití y la otra desde Dajabón en la República Dominicana. Los trabajadores de ambos lados entran y salen de la fábrica sin necesidad de pasar por migración ni aduanas; este espacio neutral genera un “estado de excepción” en el que impera la necesidad de producción. Digamos que esta es una intervención “top-down” en la que una estructura de poder externa genera una dinámica espacial específica. Nuevamente, en este caso, el beneficio mayor de este tipo de ocupación no se concentra en la frontera misma y sus habitantes, sino en la corporación que aprovecha sus ventajas territoriales.
¿Cuáles son las conclusiones proyectuales y estrategias que alcanzas para culminar tu planteamiento sobre el tema?
Melisa Vargas Rivera: Ante esa problemática económica que defino como “flujo sin acumulación” y que tiene que ver con esa gran cantidad de bienes y recursos que pasan por la frontera y de los cuales no se queda mucho, planteo que la ciudad es una alternativa, una posible estrategia de desarrollo para esta región aún poco poblada y bastante indefinida. El trabajo de urbanización de la frontera debe hacerse de manera que considere las ciudades espejo de ambos países y que funcionen como verdaderos binomios urbanos. La biodiversidad y las riquezas naturales de la región se prestan para un desarrollo turístico sostenible y que de alguna forma también promueva la restauración ecológica, especialmente en la parte haitiana. Es por estas razones que planteo estas conclusiones que son más sugestivas que otra cosa y que apuntan a una visión integral de este espacio.
¿Qué sigue ahora? ¿Cómo continúa esta investigación?
Melisa Vargas Rivera: Este trabajo fue una primera aproximación al tema. Mi interés es el de profundizar tanto el análisis como los argumentos incluidos en este primer proyecto. Idealmente quisiera continuar este proceso con la mayor cantidad de tiempo y recursos posible y es por esto que lo convertiría en el objeto de investigación de un doctorado. Aun así, creo que es importante difundir lo logrado hasta ahora a través de este tipo de medio y de una publicación formal que espero sea en algún momento no muy lejano.