Durante los últimos meses, la comisión para la readecuación de La Barquita desarrolló un interesante proceso que comenzó con un llamado público al concurso de diseño para la reubicación de cerca de dos mil familias que vivían en dicho sector en condiciones muy precarias y de alto riesgo ante los fenómenos naturales. A largo plazo, el proyecto se convertirá en un modelo de actuación para los asentamientos humanos vulnerables a través de la regeneración del río Ozama y sus entornos y la creación de un ambiente digno para los habitantes de estas comunidades.
A principios del 2013, la Comisión para la Readecuación de La Barquita convocó a un concurso para el diseño del nuevo asentamiento modelo del sector de La Barquita, en el municipio de Santo Domingo Este. La iniciativa respondía al Decreto Presidencial 16-13 que declaró de alta prioridad la readecuación de los asentamientos humanos de dicha barriada ubicada dentro de la zona de desbordamiento del río Ozama. El decreto dispuso la creación de la comisión, con la misión de realizar estudios, consultas, informes técnicos y propuestas de políticas públicas que permitan encontrar y aplicar soluciones definitivas a los factores de riesgo que afectan a las comunidades de la zona para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Para ser coherentes con lo definido en la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 –que promueve la equidad, la igualdad de oportunidades y la justicia social, y está basada en principios de desarrollo sostenible y cohesión territorial–, las propuestas debían fundamentarse en un plan integral que planteara el rescate de La Barquita en tres niveles: el contexto regional, la ribera del río Ozama y el emplazamiento urbano en todas sus dimensiones: social, urbana y ambiental.
De las dieciocho firmas clasificadas, catorce presentaron propuestas. Cada propuesta constaba de una parte técnica y otra económica. Primero el jurado evaluó el aspecto técnico de acuerdo a los aspectos relativos al plan maestro, a la arquitectura y a la eficiencia constructiva. En una segunda etapa se evaluó la parte económica de las propuestas que obtuvieron un mínimo de ochenta puntos sobre cien. Las empresas calificadas en esta etapa fueron Ingeniería, Consultoría y Servicio, Inconserca (primer lugar); el Consorcio Concremat y Tecnoamérica (segundo lugar) y Sánchez Curiel Construcciones (tercer lugar).
El jurado de evaluación estuvo compuesto por arquitectos de gran prestigio internacional: Jorge Mario Jáuregui (Argentina-Brasil), Susana Paganini (Argentina), Antonio Vélez Catrain (español de origen dominicano), Juan Manuel Peláez Freidel (Colombia) y el ingeniero dominicano Eduardo Imbert Domínguez.
Para llevar a cabo todo el proceso se creó la Unidad Ejecutora para la Readecuación de La Barquita y Entornos, una estructura horizontal socio-económica, técnica y legal que tiene a su cargo la definición de estrategias urbanísticas y medioambientales que sirvan de marco de referencia para mejorar las condiciones de sectores de asentamiento precario e infravivienda de alta vulnerabilidad ambiental y humana. Sus acciones se enmarcan dentro de tres áreas transversales: legal, social y técnica.
Una vez adjudicado el proyecto a la firma ganadora, Inconserca, se procedió a su revisión y definición teniendo en cuenta las recomendaciones del jurado y un conjunto de aspectos de diversa índole que afloraron durante todo el proceso del concurso, especialmente de carácter social. La consolidación que presentaban las áreas inicialmente elegidas para la reubicación de las familias y otros aspectos de interés social conllevaron a seleccionar un nuevo lote de 500,000 metros cuadrados en la ribera opuesta (municipio de Santo Domingo Norte) para el desarrollo del nuevo asentamiento.
El objetivo del proyecto es convertir La Barquita en un ejemplo y modelo de cambio para toda la sociedad dominicana, regenerando el área a través de una estrategia de intervención que produzca los cambios que piden sus moradores sin alterar sustancialmente su forma de vida, sino a partir de una integración paulatina y equilibrada entre lo viejo y lo nuevo. Además, dotar al barrio de espacios públicos de calidad que permitan a sus ciudadanos un cambio cualitativo y conductual que eleve su compromiso con el entorno y facilite su desarrollo personal, urbano y medioambiental.