X: Cuéntenos un poco sobre los inicios de su formación como arquitecto.
MR: Desde niño viví la experiencia del arte y de la cultura con mi papá, o de la fotografía con mi madre, pero también sus amigos eran artistas. Por su forma de ser, mis padres rompieron un poco con el mundo burgués que vivimos. Me tocó tener muy de cerca reflexiones sobre el mundo del arte así que, no por nada, me dediqué a la escritura y el arte, y mi hermano a la música. También tengo amigos de la infancia que hoy son artistas muy importantes, como Gabriel Orozco y Damián Ortega. Me desarrollé en un entorno del mundo del arte y eso siempre ayuda.
X: Y luego de graduarse en la universidad, ¿cómo empieza esa aproximación a crear una arquitectura propia?
MR: Cuando hice la carrera de arquitectura pensé que iba a realizar una maestría en cine, también hacía fotografía y empezaba a hacer intervenciones de arte. De inicio mi madre me pidió que hiciera su casa y eso me empezó a traer trabajo. Hacía una cosa y hacía la otra y luego tuve la suerte de que me invitó Cuauhtémoc Cárdenas (ingeniero civil y político izquierdista mexicano) a hacer obra pública ya de mayor tamaño y me gustó. Entonces, la arquitectura me fue tomando y me fue gustando. Probablemente en un momento no quería ser arquitecto porque no quería ser el hijo del arquitecto. También a veces sentía que era el artista que no se quería animar a ser artista. Hasta que al final me di cuenta de que sí había una veta importante dentro de la arquitectura y empezó a funcionar.
X: Nos impresiona su comprensión sobre la vocación social de sus obras, especialmente a través de la arquitectura pública. ¿Piensa que la arquitectura debe ir más allá de forma y función, y aportar algo más al usuario?
MR: Siempre existió una conciencia social en mi formación, desde la escuela primaria, preparatoria, secundaria, hasta la universidad. Esta última, sin duda, es el lugar más político. Justo lo que yo no quería era ser el arquitecto de los burgueses para hacer la casita bonita, sino más bien algo que ayudara a transformar la vida de las personas.
X: Otro aspecto que nos llama la atención de su obra es la presencia de la arquitectura y el paisaje. ¿Qué tan importante es importante es esa lectura en la aproximación del proyecto?
MR: Completamente. A mí me gustaba mucho el arte de los años 60 y 70, el arte que cuestiona, el arte como objeto, como pintura o escultura que se vendía muy caro. El land art con acciones como las de Michael Heizer o Robert Smithson, que activan un lugar con una acción; el arte povera (arte pobre) de los italianos, en el que un objeto o un elemento era sacado de contexto y se convertía en una pieza de arte; el neoconceptualismo, que ya de cierta forma había iniciado Duchamp, en el que con poco se logra mucho; o las exploraciones de fotógrafos, como Álvarez Bravo o mi madre misma, Graciela Iturbide, que fotografiaban un fragmento de alguna escena y se volvía importante. Toda esta cultura me pareció linda, leyendo el terreno de cada lugar obtienes cosas con las que trabajar y contrastar. En este proceso, el trabajo del interior, exterior y el paisaje cada vez se volvió más importante.
Tiene que ver también con la idea de definir si lo que nos interesa es la experiencia. En la charla no hablé de la palabra alquimia, pero la intención es que, con el material, con la sombra, la luz, el paisaje, se pueda construir una especie de alquimia y crear una determinada atmósfera. Si esto es lo que te interesa, es inevitable que hay un compromiso intrínseco con el paisaje, mejor dicho, con el lugar. Si un día me ofrecen una plancha de concreto, es un paisaje con el que tengo que trabajar. A veces tengo que romperlo, pero ese es el paisaje con el que me enfrenté. Entonces, cada proyecto es una ecuación diferente, ¿qué tengo que hacer con cada lugar para transformarlo? Es ahí donde empieza el diálogo, la discusión, la reflexión… las conversaciones con tus amigos, tus colaboradores, los libros que ves, te permiten llegar a nuevas conclusiones que no tienen que ver con la formalidad de la arquitectura, sin que tienen que ver con las acciones. Por eso también me gusta mucho el arte dadaísta, porque tiene que ver con cambiar el ritmo y el rumbo del arte a un lugar donde la acción es lo importante y no el dibujo bello. No es que eso esté mal, pero entre Picasso y Marcel Duchamp, prefiero Duchamp, por esa circunstancia. No es que no me guste Picasso, me encanta, pero creo que me gustan los arquitectos que juegan con esta ecuación de transformar, como Álvaro Alto, Louis Kahn, Barragán… Lo vivo mucho.
X: Luis Kahn está muy presente en su obra.
MR: Sí, porque es gente que piensa y tiene una filosofía. También me gusta mucho el cine, y en las películas de Anne Revere, Andréi Tarkovski y Akira Kurosawa también encontré esa atmósfera y esa lógica.
X: Si tuviera que mencionar algunas de sus obras, ¿cuál sería la más significativa, la que le ha exigido más o ha representado un desafío mayor?
MR: Cuando presento mi obra, me gusta presentar todos los proyectos, porque se ve un poco de cada uno y porque siento que lo que más significa es el proceso. O sea, los proyectos son pretextos. Lo importante es la construcción de un pensamiento y de una postura que va armando tu carrera de principio a fin, siempre con el riesgo inevitable de repetirte o de formalizar tu trabajo. Hay que ser muy autocrítico para que esto no suceda. Siempre andamos con ese sano temor.
Otro gran miedo es que para que las cosas estén bien hay que dedicarles mucho tiempo. Curiosamente con estos viajes (llevo un ritmo de muchos viajes), pareciera que descuido el estudio, y no necesariamente es así. Venir y escuchar a otras personas, quizá sin estar de acuerdo con gente que respetas como arquitecto, es bueno, porque te ayuda a entender tu investigación o tu camino. También porque lo que observas en los lugares, bien o mal construidos, te hace pensar o repensar.
X: Sabemos que lleva poco tiempo en el país, pero ¿hay algo en especial de la arquitectura dominicana que le haya llamado la atención?
MR: Estuve en el 2015 con más tiempo y visité la Ciudad Colonial. Actualmente tengo un proyecto en Cartagena, en Colombia, y la idea tiene que ver con un basamento matérico, he peleado mucho que sea así, con piedra, coralina o con algo similar, porque sé que ya no es tan fácil. Me encantó ver la catedral y las edificaciones de esa zona.
X: Aquí la coralina se puede conseguir por donde quiera. De hecho, se usa mucho en los enclaves turísticos.
MR: Pues si es así, la idea será traer la piedra de la República Dominicana para Cartagena. De hecho, lo que más admiro de Rogelio Salmona es la casa de huéspedes de la presidencia allá, con los patios y todo eso.
X: En ese sentido, ¿la tecnología potencia la materialidad y la tectónica que se consigue con el mismo material?
MR: Claro. Puedes usar nuevas máquinas o puedes tener los elementos estructurales que le dan otra gravedad al material. Más interesante aún, un material que hace mucho no usabas puedes volver a usarlo y ahí está la innovación.
X: ¿Cómo ve el futuro de la arquitectura latinoamericana en un sentido más amplio?
MR: Siempre me he imaginado que el futuro está en un mejor manejo de la tecnología, importante para recuperar la memoria, que es importante no perderla. Mientras más tecnología hay disponible, recuperamos materiales más primitivos. La conexión entre lo primitivo y lo tecnológico permite que lo contemporáneo cobre un sentido interesante. Me fascina la idea de enfrentarme a retos nuevos dependiendo de dónde construyes. Puede ser de otro país, pero también en México, que es muy grande. Lo importante simplemente es, dentro de México o no, enfrentarte a la oportunidad de que el lugar te hable y te diga. Sensibilizar. Como decía Louis Kahn, que el ladrillo te diga qué quiere ser.
X: Gracias, arquitecto, y bienvenido una vez más.
Mauricio Rocha
Arquitecto mexicano contemporáneo conocido por su enfoque innovador en arquitectura. Nacido en 1965, es hijo de la fotógrafa Graciela Iturbide y del arquitecto Manuel Rocha Díaz. Mauricio Rocha ha dejado su huella en la escena arquitectónica a través de diseños e intervenciones artísticas que combinan la estética moderna con la funcionalidad, y ha creado espacios que se integran de manera armoniosa con el entorno sin perder de vista el sentido humano, no se trata de una idea sino de un lenguaje. Su obra ha sido reconocida con numerosos premios y ha participado en proyectos de relevancia internacional. Su enfoque en la arquitectura sostenible y el uso inteligente de materiales lo ha convertido en una figura influyente en el mundo de la arquitectura contemporánea en México y más allá.