A lo largo de la historia de la República Dominicana y del proceso de urbanización de la ciudad de Santo Domingo, se han producido grandes cambios en lo que al trazado urbano de esta ciudad se refiere. Estos cambios se encuentran ligados a momentos políticos muy específicos. El primero al que nos vamos a referir ocurrió durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961): el ciclón San Zenón, que devastó la ciudad en 1930 y propició que el gobierno iniciara el proceso de urbanización de la ciudad, impulsando el uso de nuevos materiales de construcción. El proceso constructivo priorizó a Santo Domingo como ciudad capital en contraste con las condiciones rurales en que permanecía el resto del país. Fue en la ciudad capital donde se construyeron las mayores edificaciones monumentales y se desarrollaron las actividades empresariales de la familia Trujillo, produciéndose la requisa de tierras de cultivo para la industria azucarera. El segundo momento que enfocaremos ocurrió durante la última etapa de gobierno de Joaquín Balaguer (1986-1996), con la necesidad de liberación de suelo para las construcciones relacionadas con la “celebración” del quinto centenario del descubrimiento de América.
Tanto Trujillo como Balaguer utilizaron los desalojos como herramienta para la reestructuración urbana y represión social. Al ser sacadas de sus hogares, las personas ocupaban de manera informal los terrenos a orilla del río Ozama, perdiendo también sus redes de proximidad y apoyo barriales. La socióloga Tahira Vargas1 explica que las mujeres residentes en los barrios tejían estas redes de apoyo como mecanismo para contar con el apoyo de sus vecinas, amigas o compañeras en las labores cotidianas. Las redes iban desde actividades tan cotidianas como el lavado de la ropa y los préstamos y ahorros colectivos, hasta actividades tan trascendentales como los rituales funerarios y la asistencia de partos en casa. Al ser desalojadas, las mujeres perdían no solo su hogar, sino algo más fundamental para su supervivencia.
Algo parecido sucedía con las mujeres de las zonas rurales, que perdían sus tierras de cultivo debido a las expropiaciones. Estas mujeres optaban por migrar hacia Santo Domingo, asentándose generalmente en los barrios marginados de la ribera de los ríos, para habitar de manera informal y con la tarea de reconstruir estas redes de apoyo femeninas necesarias para su desenvolvimiento. Entre 1920 y 1950, la población rural pasó de un 83.4 % a un 76.2 %, y la población femenina residente en la ciudad de Santo Domingo en el mismo periodo pasó de 74,896 mujeres a 126,877. A finales de la dictadura, la población rural del país representa un 30.3 % y habitan en la ciudad de Santo Domingo 244,470 mujeres.2
Partiendo de este punto, en el proceso de desalojos forzosos y expropiaciones de tierras de cultivo desde 1930 hasta 1996, las mujeres cargaron con la peor parte de las consecuencias. En el folleto informativo N.º 25 de ONU Hábitat se explica que “los desalojos forzosos tienen graves consecuencias en lo derechos de las mujeres”; este folleto aporta datos sobre sociedades heteronormativas y con patrones de género tradicionalistas en las que el Estado suele programar los desalojos en horarios en los que las mujeres están solas en casa, aplicando así no solo violencia física sino también psicológica. “Durante los desalojos, los malos tratos verbales y la violencia física, incluida la violencia sexual, son habituales.”3
En 1972, las mujeres se organizaron en lo que llamaron “Comités de Amas de Casa”; estos comités se crearon alrededor de las luchas comunitarias de los barrios más pobres. Estas mujeres organizaron el 38 %4 de las protestas realizadas en la época contra la represión del Gobierno y los desalojos.
“Eternos damnificados”, además de ser el título del capítulo principal de mi investigación anterior,5 también es el titulo de un artículo6 publicado en el periódico Listín Diario; este artículo recoge los testimonios y denuncias acerca de la vulnerabilidad en que viven los damnificados de los diferentes desastres naturales y que en la investigación se demostró que siempre son los mismos sectores de la población. Así consta en el “Informe sobre desarrollo humano, República Dominicana” redactado por la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, donde se indica que “se repiten desastres en los mismos lugares sin que haya ninguna intervención para disminuir el riesgo”.
Nos encontramos así con dos lados de una misma moneda, con dos tipos de damnificados, de los cuales las mujeres llevan las de perder. Por un lado, las mujeres sacadas de sus hogares y reasignadas en los terrenos vulnerables a las inundaciones del río Ozama, y, por el otro, las mujeres que migraron a la ciudad buscando una mejor vida, y que ocuparon igualmente parte de estos terrenos. En ambos casos, al residir en terrenos a merced de la crecida del río por cualquier desastre natural, la condición de damnificadas se recicla y se hace eterna.
Ahora bien, en estos años los diferentes gobiernos presentaron diversos proyectos de vivienda social, construidos específicamente para resolver esta problemática y desocupar las orillas del río. Sin embargo, Winston Paulino (portavoz del también llamado grupo “Los eternos damnificados”) explica que: “Mucha gente se fue debido a las difíciles condiciones; vinieron personas de otros lugares y los ocuparon, convirtiéndose en damnificados”. Poniendo de manifiesto la repoblación de los terrenos desalojados. Es decir, personas que no eran damnificados “reales” ocuparon las viviendas abandonadas. Por tanto, existen: 1) personas desplazadas para liberar suelos, 2) personas que perdieron su hogar por desastres naturales, y 3) personas que ocuparon terreros con la esperanza de ser beneficiadas con las donaciones estatales.
Carlos Ramírez, otro damnificado, culpa a los políticos de su suerte. “Aquí se han hecho como cinco proyectos (habitacionales) para esto y se lo han dado a otra gente”, con esto se refiere a que, o bien fueron beneficiados los “falsos damnificados”, o bien las viviendas fueron otorgadas a personas ajenas, en forma de prebenda política. Gracias a un artículo7 de la periodista Katherine Luna podemos conocer —de boca de sus protagonistas— la suerte que corrieron estos proyectos gubernamentales. El artículo recoge el rumor que siempre rodea estas intervenciones de que, al cabo del tiempo, las personas vuelven a sus asentamientos informarles. Algo que “quizás tiene una pizca de verdad”. Natalia Pérez, entrevistada para el mismo artículo, reconoce que muchos de sus vecinos siguen siendo los mismos, pero también apunta que “otros vendieron las viviendas y regresaron al arrabal”.
En el mismo artículo, José Antonio González (presidente de la junta de vecinos de Las Caobas), afirma que “casi el 80 % vendió”. Los vecinos atribuyen esta situación al hecho de que vivían del comercio informal en los mercados, y que fueron trasladados a kilómetros de sus ambientes laborales. “No había ninguna forma de vida, la gente se comenzó a desesperar cuando tenían hambre, incluso comenzaron a vender las puertas y los inodoros, porque su medio de sustento les quedaba lejos, el muelle y el mercado”. Es decir que, al momento de proyectar y construir estos proyectos de vivienda social, no fue contemplada la importancia que tenían para estas personas (especialmente para las mujeres) sus redes de apoyo y sus modos de vida y sustento.
Las familias percibieron como hostiles sus nuevos entornos y se produjo una nueva migración hacia los asentamientos originales a orillas del río. Y es que hay algo muy importante que se debe entender para captar la verdadera importancia de estas redes y que se manifestó en esta investigación: el papel fundamental de la mujer era dirigir y mantener en orden la casa y los hijos, es decir, la casa era terreno femenino, estas mujeres al perder sus casas y las redes de apoyo que sostenían sus tareas domésticas veían afectado su papel social.
Otro aspecto que hacía posible estas reocupaciones era la utilidad que se le daba a estos terrenos luego de las reubicaciones. A lo largo de esta investigación no fue posible documentar ninguna actuación gubernamental posterior que impidiera la reocupación de estos terrenos.
De las once actuaciones que se seleccionaron para este caso de estudio (ver tabla), solo en las realizadas durante el gobierno de Trujillo contemplaron la modalidad de viviendas unifamiliares. Esto quiere decir que en las promociones modernas de vivienda social no se tomaron en cuenta las tipologías de vivienda a las cuales estaban acostumbradas las personas que se iban de beneficiar de ellas. La mayoría de las actuaciones de vivienda social que se construyeron después de 1961 fueron edificios multifamiliares, una tipología que resultó extraña a las personas que fueron reubicadas, ya que estaban acostumbrados a viviendas unifamiliares y de autoconstrucción. El encontrarse en edificios de apartamentos (alejados de sus redes de apoyo) supuso otro factor para que se reconocieran como hostiles sus nuevos entornos.
1 Vargas, T. (1997). “De la casa a la calle, estudio de la vida y la vecindad en un barrio de Santo Domingo”. Santo Domingo: centro de estudios P. Juan Montalvo.
2 Cifras del Atlas de Situación Poblacional de los Censos 1920-2010.
3 “Desalojos forzosos” (2014). Derechos humanos, [online] (N.º 25/Rev. 1).
4 Faxas, L. (2007). El mito roto. México: Funglode, p. 241.
5 De León Cabrera, Y. (2018). DIS•URBAN•TOPÍAS Promociones de vivienda social en Santo Domingo. Máster. Universidad Politécnica de Valencia.
6 Listín Diario (2011). “Eternos damnificados. Las huellas que dejan las tempestades”. [Online] < https:// www.listindiario.com/la-republica/2011/06/27/193640/las-huellas-que-dejan-las-tempestades> [28 de feb. de 2018].
7 Luna, K. (2016). “Cambio de vida. De La Ciénaga a Las Caobas”. Listín Diario. [online] < https:// www.listindiario.com/la-republica/2016/07/05/425756/de-la-cienaga-a-las-caobas> [21 de mayo de 2018].
Ysabel de León (1991)
Feminista-antirracista. Arquitecta cum laude (Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2016). Máster universitario en Arquitectura Avanzada, Paisaje, Urbanismo y Diseño (Universitat Politècnica de València, España, 2018). Autora de la investigación “dis•urban•topias Promociones de vivienda social en la ciudad de Santo Domingo 1940-1996” (2018). Asesora de proyectos (departamento de reformas de Leroy Merlin España).
Ver cada artículo
- Hacia la domesticidad desde el género, Atxu Amann y Flavio Martella
- Aproximaciones para una antropología del espacio doméstico, Ada Yadira Lora
- Vivienda social dominicana: un análisis desde la perspectiva de género, Natalia Ulloa Cáceres
- La arquitectura doméstica de la República Dominicana “on my mind”, E. Álvarez y C. Gómez Alfonso
- Ciudad global versus ciudad próxima, Zaida Muxí Martínez y Josep Maria Montaner
- La pertenencia al espacio público desde una perspectiva de género, Leyda Brea