UNIBE – Arquitectura e inclusión – Parte 1

Planteamiento de preguntas. Formulación de hipótesis y argumentaciones.

En primera instancia, la convivencia humana esta determinada precisamente por la manera en que su respectivo sistema cultural incide sobre el desarrollo de los individuos. La constante competencia capitalista ha dejado de lado la sensibilidad hacia las minuciosidades que amerita el diseño urbano, haciendo que el ser humano olvide que esta atado a un orden universal junto a las leyes de la naturaleza. La particularidad del humano se debe a su propia conciencia y su intelecto, elementos que forjan la cultura de un grupo determinado de humanos. En este sentido, se debe asimilar la voluntad de una sociedad mediante su propia conciencia colectiva, fuera del tiempo y del espacio, para poder emprender sobre una cultura que logre satisfacer las necesidades básicas del bienestar, aprendizaje y la comunicación.

En el caso de la República Dominicana, una nación en vía de desarrollo cuya economía esta apoyada en gran parte por el turismo, su interés ha sido dirigido a la persecución de costumbres exteriores dejando de lado a la naturaleza de su propio entorno. Las prioridades monetarias se han impuesto sobre el propio bienestar del ambiente en donde vivimos, dando lugar a una estructura urbana y social con grandes desbalances. Estos detalles han afectado la ciudad de Santo Domingo de manera que se le dificulta a gran parte de la población integrarse a la dinámica urbana. Es preciso tomar en cuenta las realidades intrínsecas del ciudadano dominicano y optar por una forma de convivencia urbana que se congenie con el orden lógico universal que nos envuelve a todos con nuestros alrededores dándole la forma y el carácter a la urbe que conformamos.

Para que una ciudad sea inclusiva, deben funcionar todas sus partes de forma complementaria, ofreciendo oportunidades de igualdad entre todos sus habitantes. Como punto de partida, se encuentra la cultura como el ente responsable de generar las diferentes dinámicas que se desarrollan dentro de la ciudad. Consecuentemente, los componentes urbanos que moldean la cultura, como el transporte público, oportunidades de ocupación, libertades comerciales, servicios básicos y las actividades de ocio, deberían de incentivar un comportamiento lógico que sea amigable hacia el entorno y el conglomerado que lo habita.

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El interés colectivo, debe predominar dentro de la estructura administrativa urbana para producir una eficiencia funcional y espiritual dentro de la ciudad. Una estrategia de inclusión debe ofrecerle al ciudadano, de todas las edades con o sin limitaciones físicas o psicológicas, una mejor calidad de vida, para incentivar la producción y esparcimiento social del mismo en su entorno. Se trata de trabajar con el usuario y para el usuario, poniéndolo en primer plano para desarrollar las estrategias y temáticas a seguir por la ciudad y su entorno. Esto viene acompañado de una gestión administrativa responsable y consciente por parte de todos los ciudadanos, sobre todo las organizaciones que tutelen los procesos que maximizan el desempeño urbano. Así se podrá empujar los bienes comunes de forma positiva, delegando servicios básicos al conglomerado, proveyendo al usuario de la mayor accesibilidad posible.
Para proyectar Santo Domingo como una ciudad inclusiva, primero, se deben analizar varios aspectos urbanos por los cuales la misma en la actualidad carece de dicha característica. La permeabilidad, accesibilidad, versatilidad y variedad del espacio general de la ciudad debe de estar diseñado delicadamente tomando en cuenta la diversidad de usuarios y costumbres que implica una convivencia humana organizada y productiva. Segundo, cuestionarnos como ciudadanos participes, ¿Qué anda mal?, ¿Por qué, si todos formamos parte de una misma ciudad, no todos disfrutamos y aprovechamos lo que la misma nos ofrece?

Una respuesta a la primera interrogante sería la ramificación desbalanceada que presenta la ciudad de Santo Domingo, mayormente por el crecimiento enfocado dentro del polígono central, este segrega las clases sociales de nuestra ciudad, impidiendo así una interacción directa de sus ciudadanos. Por ejemplo, ternemos las diversas áreas públicas distribuidas dentro de la ciudad, las cuales no se plantean con el objetivo de esparcimiento social sino que demuestran que fueron concebidas para llenar un espacio, dejando en segundo plano la integración de los diferentes usuarios. Este caso lo podemos notar en parques o plazas urbanas, localizadas en avenidas principales con un alto flujo vehicular dificultando la permeabilidad y accesibilidad de dicho espacio, lo que evidencia el surgimiento espontaneo y desorganizado de los mismos.

Por otro lado, es observable la falta de responsabilidad institucional de velar por la implementación correcta de proyectos urbanos y que los mismos evoquen la menor cantidad de barreras a los distintos usuarios posibles. Desde la ubicación o enfoque de grandes proyectos públicos, que limitan al usuario a visitar el mismo ya sea por el sector donde se encuentre, la dificultad de movilidad urbana mediante transporte, hasta la estructuración de aceras pertinentes que no conviertan el hecho de cruzar una intersección en un deporte olímpico. La misma sectorización de la ciudad impide al usuario desarrollarse a plenitud dentro de cualquier espacio, rigiendo la calidad urbana a partir de una mera imagen ajena a nuestra realidad. Uniendo los argumentos anteriores, se deduce como la desorganización se ha encargado de moldear una modalidad de pensamiento del ciudadano dominicano que justifica actos y actitudes egoístas que deterioran el desarrollo de las dinámicas urbanas. Enfocándonos en el tema del transporte, se puede puntualizar la incoherencia que refleja la gran cantidad de instituciones emancipadas que están supuestas a velar por la organización del transporte público. La optimización de esta dinámica urbana, en conjunto con una reforma formativa en cuanto a la circulación urbana, será vital para que la actitud ciudadana y la calidad de la infraestructura de la ciudad giren hacia el orden universal y el bien común.
A pesar de los problemas evidentes dentro de nuestra ciudad, existe la posibilidad de potencializarla y corregirla, implementando un nuevo modelo de desarrollo, empezando por el elemento esencial de la misma, la cultura dominicana. Un gran enfoque cultural y comunitario incentivará a la sociedad a interactuar entre sí y con la naturaleza que la rodea. Se le debe prestar especial atención a las clases sociales bajas, extendiendo los servicios para el mejoramiento de sus asentamientos urbanos y su educación. De esta forma se logrará reforzar el aspecto comunitario de difundir la importancia del conocimiento, haciendo que la mayoría entienda que forma parte de un conjunto vivo moldeado por el uso de su intelecto y costumbres.

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En estos últimos años, la gestión de los elementos urbanos y administrativos de la ciudad ha imperado la privatización de los servicios y minimizado su alcance a la mayoría de la sociedad. Dejando poco espacio para que la cultura se desarrolle de manera balanceada, limitando al habitante en cierta forma de recorrer su espacio y comunicarse con los demás. Así, la ciudad se ha transformado en una gran máquina operativa económica carente de valores intrínsecos sociales e incapaz de distribuir sus recursos de manera que generen un progreso común.
Una ciudad inclusiva posee una estrategia de combinación de bienes públicos y privados, creando una balanza dentro de la producción de la misma, aportándole un protagonista social: el habitante inmediato. Se debe entender que el ser humano solo conseguirá lo que quiere si sus aspiraciones coinciden con las de sus semejantes. Para esto se necesita un lugar donde todos participemos y en donde se pueda sentir representada la conciencia colectiva dominicana.

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