Entrevista a Cristian Martínez Villanueva

Con motivo de la celebración del 50 aniversario de Carabela, nos acercamos al arquitecto y artista dominicano Cristian Martínez Villanueva, fundador y primer presidente de esa empresa surgida en la República Dominicana en 1973, para conocer su trayectoria y sus aportes a la profesión. Además del importante legado dejado a la arquitectura y el urbanismo dominicano, su amplia formación en diversas ramas del arte le ha permitido destacarse como pintor, escultor y ceramista con el seudónimo Crismar.

Dentro del selecto grupo de profesionales de mediados de siglo pasado que tuvo la oportunidad de formarse paralelamente en otras áreas del arte se encuentra Cristian Martínez Villanueva, conocido en el mundo del arte como Crismar. Gracias al ambiente familiar, desde muy pequeño se inclinó hacia el mundo del arte y la construcción. Su padre fue Bienvenido Martínez Brea, mejor conocido como Bebecito, un importante ingeniero y constructor de obras de mediados de siglo pasado, entre ellas el Hipódromo Perla Antillana, el Palacio de Bellas Artes, el Estadio Quisqueya y el Casino de Güibia, entre muchas otras. De joven se fue a vivir a Roma para completar sus estudios de Arquitectura. Más adelante, ya graduado y en ejercicio de la profesión, motivado por lazos familiares, fascinado desde siempre por el diseño italiano y sabiendo que no llegaban al país las piezas y materiales que conoció allá, decidió fundar Carabela hace 50 años.

Gran conocedor del mundo romano clásico y, sobre todo, del antillano precolombino, siente predilección por el arahuaco insular o taíno, cuyas investigaciones ha plasmado en varias publicaciones. En el plano académico ha participado en excavaciones arqueológicas en La Isabela e investigaciones antropológicas sobre la vida y cosmovisión de la cultura taina y los ciguayos. Ha desarrollado, junto con diversos especialistas, proyectos arqueológicos como el museo de La Caleta (ya desaparecido), en el Distrito Nacional, y La Isabela, en la costa norte del país.

CRISMAR: ARQUITECTO Y ARTISTA POLIFACÉTICO

Obras urbanas muy importantes de Santo Domingo forman parte de su legado, como es la Plaza de la Bandera, el mausoleo del Altar de la Patria, la Plaza España original (remodelada posteriormente), una parte el parque Mirador del Sur, los jardines del Faro a Colón y el icónico banco del malecón. De sus obras artísticas se destacan la pictoescritura Móvil unicinético las tres culturas, encargada para la entrada de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña; el mural suspendido del aeropuerto internacional de las Américas (lamentablemente desinstalados); La rosa de los vientos, escultura gigante de acero inoxidable en una fuente de la Plaza de la Cultura; y el mural flotante en honor al profesor Juan Bosch en el metro de Santo Domingo.

EL BANCO DEL MALECÓN

A. ¿Cómo surge su inclinación por la arquitectura y las bellas artes? ¿Recuerda si hubo un momento concreto en que identificara claramente ese camino? Cuéntenos en qué etapa de su vida se produjo y cómo se desarrolló posteriormente.

C.M. Surge desde muy pequeño, no recuerdo que edad tenía, pero debió ser cuando tenía 6 o 7 años, recuerdo que coleccionaba cajitas de fósforos con las que armaba estructuras modulares. También recuerdo que mi padre, que fue un destacado ingeniero, me llevaba a las construcciones, y ahí jugar con las pilas de arena y otros materiales haciendo paisajes de carreteras, con desvíos, túneles, etc.

Dibujé desde muy pequeño y empecé a hacerme una cultura artística a muy temprana edad. Cuando mi padre estaba construyendo el Palacio de Bellas Artes, muchos artistas frecuentaban la casa: Prats Ventós, Manolo Pascual, Jaime Colson, Vela Zanetti —por quien me interesé en el muralismo—, y fue precisamente este último que le dijo a mi padre que no desperdiciara mi talento en la ingeniería (¡qué osado!), que me apoyara en lo que el creía que era mi vocación: la pintura. Mi padre nunca se opuso ni cohibió mis inclinaciones por el arte, aunque no así el resto de la familia, pues no veían futuro en el arte.

DISEÑO DE LA ANTIGUA PLAZA ESPAÑA.

La inauguración del Palacio de Bellas Artes y sus preparativos fueron el detonante. Se trajeron de Italia obras renacentistas importantes; mientras yo ayudaba con la colocación de los cuadros sentía internamente una sensación que todavía hoy no sabría describir, era algo así como poder dialogar con esos artistas de esa quimera llamada Italia. Más adelante tomé clases de escultura con Prats Ventós en los espacios cubiertos de la azotea de Bellas Artes.

A. ¿Quiénes diría que han sido los profesionales de la arquitectura u otros artistas que más influencia han ejercido sobre su trayectoria?
C.M. Conocí a los mejores arquitectos del país, pero a José Antonio Caro fue a quien más admiré. Me gustaba mucho Benítez Richiez, el puertorriqueño que hizo el rompeolas, que tenía una casa espectacular en las inmediaciones del Teatro Nacional, que fue demolida. También a Henry Gazón que hizo la Casa Vapor, una obra que rompió los esquemas tradicionales.

A. Con el seudónimo de Crismar se ha destacado como pintor, escultor y muralista ¿Cómo conjuga en sus proyectos el arte, el trabajo artesanal y la tecnología?
C.M. Yo he incursionado, y lo sigo haciendo, en las tres artes plásticas, primero, la pintura, la más libre de todas, luego, la escultura, limitada por la materia, y, por último, la arquitectura, limitada por su utilidad, pero las tres son una. La pintura te llega al alma, la escultura te reta los sentidos, y la arquitectura une las otras dos, pero además debe ser funcional. Simplemente creo que debí haber nacido en el Renacimiento, cuando los artistas eran arquitectos, escultores y pintores, y también literarios como Vitruvio.

A. En el campo de la arquitectura, ¿cuáles entiende son sus mayores logros profesionales? ¿Con cuáles de los proyectos que ejecutó se siente más complacido?
C.M. Todas las grandes obras que ejecuté, las hice pensando en dar lo mejor de mí. Es difícil referirse a una en particular, ya que a todas les dediqué mi mejor esfuerzo, pero diría que en la que tuve más libertad de expresión fue en la Plaza de la Bandera, el presidente Balaguer acogió el diseño desde el inicio y consideró que el espacio, la forma y el significado cumplían con creces el objetivo, ser el corazón de la patria. Otras grandes obras desaparecieron, como el parque La Caleta, la plazoleta frente al alcázar, con su simbólica fuente de la espada en la roca, los parques del litoral, entre otros.

LA PLAZA DE LA BANDERA Y DEL SOLDADO DESCONOCIDO.

A. El banco del malecón es uno de sus diseños emblemáticos, háblenos sobre cómo surgió el encargo, su conceptualización, ¿se diseñó algún prototipo antes de su producción?
C.M. Sin dudas, el banco del malecón es uno de los diseños con los que me siento más identificado. La historia es muy curiosa. En realidad, yo lo llamo “banco tipo mirador”, porque fue diseñado originalmente para el parque Mirador del Sur. Sucedió que ya se estaba terminando la construcción de la avenida, hoy llamada paseo de la Salud, y faltaba poner los bancos. Yo estaba en ese momento construyendo los primeros dos kilómetros del parque y el presidente Balaguer me solicitó presentarle algún diseño. Justo en esos días estaba experimentando con diseños, inspirados en las hojas secas que caían de los innumerables árboles del parque. Estas hojas secas (de caoba, de mango…), al pegarse con la sequedad, adquirían formas muy interesantes. Así es que surge la inspiración del diseño; si se fijan bien, la parte inferior simula una hoja plegada hacia abajo. Naturalmente, luego en mi casa elaboré algunos modelos en miniatura de barro, hasta que di con la forma perfecta. Hice un prototipo, construyendo un modelo de metal, e hice el vaciado en hormigón, lo dejé en un área del malecón y cuando el presidente lo vio, lo aceptó inmediatamente, y se convirtió casi en un icono en todo este tiempo, y lo repitieron por casi todo el país.

A. Este año la tienda Carabela cumple sus 50 años de fundación. ¿Cuál fue su participación inicial en esta empresa?
C.M. Fui fundador y primer presidente de la empresa. Todo comenzó en la ciudad de Brescia, en el norte de Italia. Era el boom italiano, por su diseño vanguardista, el Made in Italy invadió el mundo —tanto por su creatividad como por los materiales usados— y el know how italiano marcó una tendencia. Fue mi suegro, un importante personaje de esa ciudad industrial, quien me impulsó a que llevara a Santo Domingo parte de ese mundo. Así nació Carabela, nombre que hace alusión a estas naves en las que llegaron a las tierras americanas los objetos de Europa. Al inicio solo traíamos productos de diseño italiano. Con el pasar de los años, Carabela empezó a traer cerámica italiana y muchos otros productos que la hicieron crecer exponencialmente. Yo salgo del negocio para dedicarme a los oficios que me apasionaban.

A. ¿Cuáles son sus consideraciones sobre el diseño italiano?
C.M. Sobre el diseño italiano puedo decir que ha sido el mejor del mundo, lo cual no es de extrañar, Italia siempre ha sido un faro de innovación y operatividad; la tierra de Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Bernini, Borromini… debía tener un después que el Renacimiento; ese después fue el Made in Italy, y así logró cerrar el círculo.

A. ¿Cómo valora el aporte que ha hecho esta empresa al ejercicio de la arquitectura en la República Dominicana?
C.M. Un aporte enorme, primero dando a conocer ese importante diseño italiano, o sea, tomar un objeto común y convertirlo por su forma en arte, y, además, hacerlo funcional. Por otro lado, Carabela trajo al país lo que hoy es algo común: los revestimientos cerámicos para piso; más aun, los primeros colocadores de piso de cerámica, que luego enseñaron a otros y se creó un efecto dominó. Antes se usaba solo en los baños, hoy ha invadido todos los espacios.

A. Como mensaje a las nuevas generaciones, ¿cómo debería ser la formación de los nuevos arquitectos? ¿Qué valores considera imprescindibles para ejercer la profesión?
C.M. Hoy en día con el aporte de la tecnología, las máquinas se encargarán de los cálculos y el saber hacer de los ingenieros, pero en la profesión de arquitecto, la creatividad y sobre todo el arte, el libre albedrío, la máquina no lo puede hacer. Por lo tanto, el arquitecto debe ser un artista no pragmático, debe usar su imaginación, volver a los orígenes y proyectarse hacia el futuro, usar el power point, luego que ha creado con su idea, y así volver al pasado para lanzarse al futuro.

Cristian Martínez Villanueva (Crismar). Arquitecto, pintor, escultor, escenógrafo y escritor. Nació en Santo Domingo en 1939. Hijo de Amalia Villanueva y del ingeniero Bienvenido Martínez Brea (Bebecito). Realizó sus estudios de primaria y bachillerato en el colegio La Salle y posteriormente viajó a Italia para completar los estudios de Arquitectura. Desarrolló su carrera artística y profesional en Italia y la República Dominicana. expuso su primera individual en Roma y en su país en el Palacio de Bellas Artes. En Italia participó en varias colectivas y en la 43 Bienal de Venecia. En París expuso en la prestigiosa Galerie Vendome, y fue uno de sus artistas exclusivos. En la sede de la Unesco exhibió diseños y textos sobre mitología taína, exposición que se repitió en Roma, en el Instituto Italo Latinoamericano. El arquitecto Martínez Villanueva se destaca también por su gran legado arquitectónico plasmado en importantes obras urbanas de Santo Domingo. Además de ser gran amante de la cultura renacentista e italiana, es un apasionado de la cultura taina, sobre la cual ha escrito tres libros: Tureyro, areyto de la tierra y el cielo, Marginalia del manuscrito de Ferrara y Vocabula barbara. Ha ocupado importantes cargos públicos: agregado cultural dominicano en Italia, director general de Parques y director general del Museo del Hombre Dominicano.

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